Ya sea porque haya atravesado una pérdida de un ser querido reciente o en algún momento de su vida, sabrá lo difícil que es sobrellevar ese proceso cuando se manifiestan los primeros síntomas del duelo. Sin embargo, no siempre reconocemos esos síntomas ni estamos preparados emocionalmente para afrontarlos con sabiduría.
Los síntomas del duelo se pueden presentar de diferentes formas, según la personalidad, entorno y vivencias de cada uno. No olvidemos que como seres humanos tenemos maneras diversas de canalizar las emociones intensas, y esto aplica no solo para el duelo por muerte, sino también para reaccionar frente a todos los problemas de la vida, así como demostrar alegría o tranquilidad ante aquello que nos produce bienestar.
Pero en el caso del duelo por muerte de un ser querido, se trata de un proceso que moviliza las emociones mucho más que un momento de felicidad. Lamentablemente, esto es así porque la muerte nos arrebata algo muy preciado que nos daba felicidad, pero que mientras existía, a menudo, no se perpetuaba como estado emocional constante, sino como segmentos pasajeros de euforia que luego cedían ante la rutina habitual.
En este sentido, no es extraño que el ser humano se acostumbre y prefiera una vida de bienestar apacible que una montaña rusa de emociones, aun cuando gran parte de estas sean instantes felices. No así ocurre con las emociones dolorosas por duelo, que tienden a echar raíces si no se trabaja sobre ellas con el debido tratamiento.
El objetivo de este artículo es que usted pueda reconocer los síntomas del duelo para tratarlos con anticipación, determinando el nivel de duelo que está sufriendo -duelo normal, duelo complicado, etc.- antes de que se vuelva duelo patológico y necesite un tratamiento más complejo con un profesional de la salud mental.
Erich Lindemann en 1944, fue el primero en describir la sintomatología física y mental del duelo agudo, y en demostrar con datos de seguimiento que las formas de reacción de las personas eran bastante similares. Consideraba el duelo como un síndrome o conjunto de síntomas, cuya evolución podría variar en función del tipo de pérdida y de las experiencias previas del duelo.
Se refiere a los cambios a nivel de creencias y conceptos, compromete la lucidez y la claridad mental, pudiendo generar malestar al no tener claro lo que está ocurriendo.
1. Trastornos de memoria, atención y concentración.
Son comunes los trastornos en la atención, porque la persona se encuentra desbordada en un río incesante de pensamientos y sentimientos que no puede controlar. Esto le dificulta la concentración.
Además se pueden presentar pequeñas “lagunas” en la memoria, que suelen manifestarse como mecanismo de defensa ante hechos dolorosos, por lo que es frecuente que la capacidad de memorizar actos del presente -que no tengan alto impacto- disminuyan.
2. Incredulidad, confusión.
La incredulidad es el primer pensamiento que se tiene cuando se entera de una muerte, especialmente si la muerte es súbita. Ya no se confía en lo que antes inspiraba confianza, todas las teorías que tenían influencia en nosotros pueden pasar por una dura prueba de credibilidad antes de ser de nuevo aceptadas como válidas. Todo ello, sumado al cansancio mental y físico, suele producir confusión, con pérdida de la lucidez previa al duelo.
3. Preocupación, pensamientos repetitivos.
Se trata de una obsesión con pensamientos sobre el fallecido. A menudo incluyen pensamientos obsesivos sobre cómo recuperar a la persona perdida. A veces la preocupación toma la forma de pensamientos intrusivos o imágenes del fallecido sufriendo o muriendo.
4. Sentido de presencia.
La persona en duelo puede pensar que el fallecido aún está de alguna manera en la dimensión de espacio y tiempo de los vivos. Esto puede ocurrir durante los momentos posteriores a la muerte. A lo largo de los días, la sensación de presencia del ser querido va disminuyendo.
5. Alucinaciones.
Tanto las alucinaciones visuales como las auditivas se incluyen en esta lista de conductas normales porque están entre los síntomas del duelo. Suelen ser experiencias ilusorias pasajeras, muchas veces se producen en las semanas siguientes a la pérdida, y generalmente, no presagian una experiencia de duelo más difícil o complicada. Aunque desconciertan a algunos, muchos otros las consideran útiles.
Se refiere a los sentimientos, a lo emocional, el área donde con mayor frecuencia se encuentra la persona en ese momento.
1. Tristeza.
Es el sentimiento más común y persistente en todo el proceso de duelo y el primero que reaparece cuando, tiempo después, se recuerda el hecho. Este sentimiento no se manifiesta necesariamente a través de la conducta de llorar, pero sí lo hace así a menudo. La tristeza suele presentarse junto con sentimientos de soledad, cansancio e indefensión.
2. Rabia.
La rabia y la agresividad son reacciones secundarias a la angustia y se soportan mucho mejor que esta debido al sentimiento de actividad que producen. Pueden ser predominantes en una primera fase de duelo.
En la pérdida de cualquier persona importante, hay una tendencia a la regresión, a sentirse desamparado, incapaz de existir sin esa persona, y luego a experimentar enfado y frustración. El sentimiento más frecuente ante la frustración de una necesidad es la cólera, y con ella, el despertar de la agresividad.
3. Culpa.
Después de la tristeza, el sentimiento que más dolor produce es la culpa, que se puede acompañar de autorreproche. La culpa se debe a lo que se hizo y a lo que no se hizo y suele ser la causante de que se cometan muchos actos desesperados en el duelo y de que se sufra de forma exagerada. Ante la culpa, el doliente necesita sentir el perdón del otro pero, por la ausencia de este, la situación se vuelve más compleja.
4. Ansiedad.
La ansiedad en el superviviente puede oscilar desde una ligera sensación de inseguridad a fuertes ataques de pánico, y cuanto más intensa y persistente sea la ansiedad más sugiere una reacción de duelo patológica.
La ansiedad proviene normalmente de dos fuentes. La primera es que los supervivientes temen que no podrán cuidar de sí mismos solos. La segunda es que la ansiedad se relaciona con una conciencia más intensa de la sensación de muerte personal: la conciencia de la propia mortalidad aumentada por la muerte de un ser querido.
5. Apego.
Sin apego, no hay dolor. El apego a un ser humano es el que genera gran parte del dolor posterior ante su pérdida. Desapegarse es la búsqueda esencial para minimizar el dolor en las relaciones de todo tipo. Se logra en la medida en que se disfruta el presente, de tal manera y tan intensamente, que uno se ocupa de la acción.
En el duelo, el apego hacia el ser querido ausente se puede desplazar a sus objetos, a sus “huellas”, y aunque parezca extraño, al dolor que produce su recuerdo porque así se siente al fallecido vivo y cercano.
Es muy común que se vuelva necesario mantenerse triste, persistir en negar el placer, mantener una expresión y actitud de víctima sufriente, pues así se tiene “presente” al fallecido a cada momento, a la vez que se obtienen ganancias secundarias en el entorno.
6. Ausencia de sentimientos.
Después de una pérdida, algunas personas se sienten insensibles. La anestesia emocional o el embotamiento sensorial suelen ocurrir inmediatamente después de conocer la noticia de la muerte del ser querido. Suele durar desde unos instantes hasta unos días y es vivida como una extrañeza por no poder experimentar las emociones de dolor que naturalmente deberían sentirse.
Estas sensaciones se presentan sobre todo en la fase aguda y aunque muchas veces se pasan por alto juegan un papel muy importante en el proceso del duelo, debiéndose prestar a cada una de ellas la atención que merezca en cada caso:
El duelo es un período de crisis, un estado de choque en todo el organismo que puede dar lugar a complicaciones psiquiátricas y a alteraciones físicas. En algunos casos puede tratarse de alteraciones somáticas de las que la persona no se sabía portadora y que aparecen o se agravan durante el duelo. Otras veces, será una descompensación, en el curso del duelo, de una enfermedad crónica previa.
Son cambios en la forma de comportarse respecto al patrón previo, y su importancia radica en qué tanto afectan al adecuado desenvolvimiento del ser en su mundo cercano y su relación con los demás. Las siguientes conductas se presentan normalmente después de una pérdida y generalmente se corrigen solas con el tiempo.
1. Trastornos del sueño.
No es extraño que las personas que están en las primeras fases de la pérdida experimenten, entre los síntomas del duelo, trastornos del sueño. Estos pueden incluir dificultad para dormir y despertar temprano por las mañanas.
Suelen corregirse solos en los duelos normales, precisando a veces intervención médica. A veces, pueden simbolizar miedos, incluso miedo a soñar, miedo a estar en la cama solo/a y miedo a no despertarse.
2. Trastornos alimentarios.
Se pueden manifestar comiendo demasiado o demasiado poco, la disminución en la ingesta es una conducta que se describe con mayor frecuencia.
3. Conducta distraída.
Las personas que han tenido una pérdida reciente se pueden encontrar a sí mismas actuando de manera distraída y haciendo cosas que al final les producen incomodidad o les hacen daño.
4. Aislamiento social.
Es frecuente que los sobrevivientes, durante el proceso de duelo, limiten sus contactos sociales a los estrictamente necesarios y eviten las relaciones con personas que antes frecuentaban.
En conclusión, los síntomas del duelo se dividen en cuatro categorías: cognitivas, afectivas, fisiológicas y conductuales. Cada una de las cuales integra una sintomatología específica que puede manifestarse de normal a moderado y grave, dando como resultado un duelo patológico, el cual debería tratarse con ayuda profesional para mitigar sus efectos en la salud integral de la persona sobreviviente.