El día de la vida en Ecuador es, dentro de sus tradiciones festivas, un tiempo propicio para homenajear a nuestros seres queridos que ya partieron.
Ecuador tiene diversas festividades a lo largo de su historia. Una de ellas, y de la que hablaremos en este artículo, es el Día de la vida. Esta celebración, si bien se relaciona con valorar la vida en toda su justa medida, lo cierto es que también cumple el objetivo de homenajear a aquellos que ya partieron de este mundo, pero cuyo recuerdo aún permanece en la memoria de las personas que los amaron.
Desde el año 2012 se celebra el Día de la vida en Ecuador. En esta fecha se recuerda la vida de los que han partido, nuestra propia vida y la de los seres queridos.
La consigna de esta festividad es invitar a las personas a realizar actividades que los ayuden a comprender los procesos de la vida y la muerte, desde una perspectiva reflexiva y holística.
Muchas veces los seres humanos segregan la idea de la muerte como un aspecto del proceso natural de la vida y lo conciben como algo diferente, ajeno a la vida misma, y del cual es mejor no hablar o no saber por el simple prejuicio o creencia de que se la puede atraer de un modo inconsciente, lo que provoca que casi nadie disfruta hablando sobre la muerte, a menos que se trate de un tanatólogo.
Convengamos que indagar sobre el significado de la muerte es inquietante e incómodo para algunas personas, pero si se quiere lograr comprender más la vida, es necesario entender y aceptar la muerte como un hecho natural y que todos vamos a llegar a esa instancia, eventualmente.
Sin embargo, se puede transitar ese camino lo mejor posible o ayudar a nuestros seres queridos a transitarlo cuando lo necesiten. En este artículo, buscamos mostrarle una serie de consejos que pueden ayudarle a encontrar esa sinergia entre la vida y la muerte sin que por eso tenga que desplazar esta última de su vocabulario.
Casi como una tradición, el día de la vida en Ecuador se celebra con un evento que convoca a miles de personas que desean expresar de manera genuina su sentimiento por los seres queridos, ya sean que se encuentren vivos y sanos, o ya hayan partido de este mundo.
En este evento de carácter masivo, las familias se congregan para compartir momentos, experiencias de vida, recuerdos de los familiares fallecidos, expectativas para el futuro de la familia cuando se pierde a un familiar, noticias sobre nuevos nacimientos, matrimonios y todo lo que involucre vivir.
El hecho de que se compartan esas experiencias con otras personas el día de la vida en Ecuador fortalece el vínculo social y amplía las posibilidades de apertura mental sobre la muerte en quienes participan activamente.
El hábito de visitar a los muertos es una tradición que solemos hacer desde tiempos inmemoriales para homenajear a nuestros seres queridos. Las distintas opciones de cementerios ofrecen alternativas adaptadas a las necesidades de la gente y en especial a la última voluntad de los familiares antes de morir.
Asimismo, los arreglos florales en las tumbas representan respeto y condolencias por la muerte de un ser querido, un símbolo que da cuenta de la fugacidad de la vida en la breve subsistencia de las flores. Pero no es una costumbre de estos tiempos, ni siquiera de los últimos siglos, sino que se remonta a la Edad de Piedra, cuando a los muertos en sus tumbas los acostaban sobre hierbas, menta y salvia.
Si no dispone de tiempo para asistir a los eventos por el día de la vida en Ecuador, puede elegir otras alternativas que no involucre salir de la casa. Simplemente busque un espacio de su rutina para recordar en vida a su ser querido, haciendo un balance de las experiencias compartidas.
Una práctica común es organizar reuniones en cementerios parques con familias que hayan pasado por las mismas circunstancias de pérdida y duelo por muerte. El ambiente natural de los cementerios parques nos conecta más con la vida y la naturaleza, porque se asemejan más a bosques que a mausoleos tradicionales llenos de nichos y esculturas de ángeles en piedra.
El hecho de estar de visita en un cementerio parque, acompañando la tumba de nuestros seres queridos, nos da la sensación de que la muerte no tiene la presencia siniestra que se le atribuye en los cementerios tradicionales, como se acostumbra en las películas de terror. Por el contrario, nos transmite la paz espiritual de la vida que vuelve a la tierra para volverse a generar bajo nuevas formas vivientes.
Seguramente le gusta viajar al igual que le gustaba a sus seres queridos fallecidos. Es posible también que tenga recuerdos de viajes inolvidables en compañía de ellos o que tuviera planes para hacer viajes juntos y hayan quedado truncos debido a la muerte repentina. En esos casos, puede honrar a su ser querido haciendo esos viajes que hubiera querido realizar con ellos.
Entonces, una excelente demostración de afecto a quien ya no está es aprovechar el día de la vida en Ecuador yendo de viaje a aquellos lugares que ya recorrió con esa persona especial o que le hubiera gustado volver a recorrer.
Pero no solamente debe viajar en memoria de personas fallecidas, sino que puede hacerlo con familiares o amigos que celebren la vida igual que usted. De eso se trata esta conmemoración.
Existía una tradición popular en la que las personas que habían perdido a un ser querido encendían velas para el eterno descanso de las almas. La llama de la vela representaba la purificación que las preparaba para su posterior ascensión a la esfera astral o cielo para los cristianos.
Para las personas que crecieron bajo la tradición católica cristiana, celebrar misas solemnes puede resultar un gran aliciente para canalizar la pérdida y sentir que se está ayudando mediante la fe a esa alma a retornar a su origen divino.
Estas misas por lo general están pensadas para pedir por el eterno descanso de los difuntos pero también para pedir por la salud de una persona, cuyo futuro es incierto.
En conclusión, si bien no necesita de festividades especiales para honrar la memoria de un familiar fallecido, el día de la vida en Ecuador no solo recuerda a los familiares que ya no están, sino que también pretende conciliar estos dos términos que suelen parecer adversarios, vida-muerte, para aceptar esta última como estado transicional de la vida misma.