En situaciones tan inesperadas como la dolorosa pérdida de un ser querido, sentimos, y es comprensible, un enorme vacío difícil de llenar, porque la muerte implica no solo un tema complicado de asimilar en nuestra vida, sino que manifiesta el fin definitivo de la existencia humana, lo irremediable e irrecuperable que se perdió para siempre.
Es allí cuando, frente a la cruda adversidad, debemos poder asimilar la pérdida entendiendo que la persona fallecida nunca dejará de ocupar un lugar importante en nuestra memoria para recordarla en sus mejores momentos en vida. Obviamente nadie dijo que fuera fácil el desapego, pero debemos pensar que liberar el sentimiento de dolor nos liberará también la mente de pensamientos negativos que solo aportan más estrés al organismo.
Aunque no podamos evitar la muerte repentina de un ser querido, podemos atemperar el sufrimiento una vez que ocurre. Para esto hay que ser lo más honesto posible con las sensaciones que nos despiertan la partida, como una suerte de aceptación de la muerte como algo natural, que es parte de la vida, y que le puede suceder a cualquiera.
Esto para empezar a elaborar un proceso de duelo, pero además será necesario efectuar un cambio a nivel interno de las emociones que fluyan, dejando precisamente que se liberen en lugar de ser reprimidas. Y esto es fundamental, no reprimir las emociones, porque lo que no se exterioriza se manifiesta como síntoma físico o psíquico.
A continuación, elaboramos una guía de consejos prácticos para procesar el duelo y alivianar la carga de pesar, que puede considerar. Esto no significa que seguir estas recomendaciones anulará el dolor que ha sufrido por la pérdida de un ser querido, pero le ayudará comprender por qué lo está sintiendo y cómo canalizarlo para que no afecte al resto de su vida y a sus afectos.
Puede hacer frente a la muerte repentina de un ser querido comprendiendo que este no tuvo que sufrir una dolorosa agonía a causa de una enfermedad, ya que la condición de muerte repentina lo despojó de toda conciencia de padecimiento. Si bien para muchas personas esto no es un consuelo, al menos fueron dueños de sus vidas hasta el último momento.
No se lamente por lo instantánea que fue su forma de morir, sino alégrese por lo intensa que fue su vida. Si tiene que llorar, llore, pero no reprima las lágrimas, exprese lo que siente con su círculo más íntimo. Hable de ello hasta que su dolor se perciba como ajeno. Verá que cada vez le costará menos asumir la realidad y continuar con su vida.
Siguiendo con lo que mencionábamos arriba, una de las mejores maneras de atenuar el sentimiento de dolor y angustia es expresar las emociones, a fin de reconocer que las siente. Negar el dolor evitando hablar de lo que nos pasa solo extenderá más el sufrimiento, porque aquella dificultad en que no se trabaja duro, no obtiene resultados positivos y menos, superación.
Por eso, nada de emplear mecanismos de defensa cuando alguien le pregunte cómo lleva el duelo y cómo se siente. Diga la verdad, aunque le mortifique por dentro, porque es más fácil obtener apoyo de familiares y amigos.
La psicología se especializa en ayudar a las personas a superar ciertos conflictos y traumas que impiden su desarrollo u obstaculizan su bienestar interior. En este sentido, un psicólogo posee la formación necesaria para ofrecerle una atención personalizada que le permita ahondar sobre su tristeza y buscar la mejor manera de superarla paulatinamente.
Los psicólogos saben lo difícil que resulta elaborar el duelo para algunas personas. Por eso es esencial trabajar activamente en cada caso, brindando asistencia psicológica y terapéutica que acorte los tiempos de sanación emocional.
Además de la terapia psicológica y la catarsis emocional frente a su círculo íntimo y de confianza, el tiempo también le ayudará a sanar por dentro. Si bien el paso del tiempo no hará que olvide su dolor o que sienta menos, pero le hará comprender que debe soltar su apego al vínculo con el fallecido y permitirse seguir adelante.
Tal vez no lo logre al principio, pero a medida que pase el tiempo, se sentirá cada vez más fuerte, comprendiendo y distinguiendo la realidad actual que lo rodea de la realidad del principio, con la muerte repentina de un ser querido. El tiempo no sana todas las heridas, pero ayuda a sobrellevar el proceso.
Esto se trata, más que nada, de realizar un plan de duelo que incluya la aplicación de los consejos del terapeuta, las conversaciones con sus seres queridos, sus reflexiones personales acerca de su relación con la persona fallecida, rememorando los mejores momentos con ella. Puede escribir un diario o sus memorias, concentrando en él todas sus emociones, a fin de liberarlas de una vez.
Verá cómo se sentirá más aliviado después de expresarlas también por escrito, ya que la escritura es un excelente modo de hacer catarsis. Además de esta forma podrá darle un cierre al proceso de duelo y, a partir de allí, comenzar a preocuparse y darle valor a las actividades o proyectos personales que haya dejado de lado al momento de la muerte repentina de un ser querido.
En resumidas líneas, lo último que debe hacer es atormentarse frente a la muerte repentina de un ser querido, atándose a su recuerdo. Exprese las emociones que le molestan, llore todo lo que tenga que llorar, visite a un terapeuta, si lo necesita, escriba, haga yoga o algún deporte, viaje, cambie de aire, reúnase con amigos y diviértase, planifique actividades al aire libre. Introdúzcase en un nuevo proyecto de vida, sea profesional o personal. Vuelva a ser feliz. Recuerde que la muerte es inevitable y todos vamos a morir eventualmente, pero puede decidir cómo vivir la vida mientras tanto.