Navidad, la época más importante y oportuna para crear recuerdos en Ecuador.
La época más mágica para muchos, se acerca. De hecho, es inevitable no percatarse pues todo aquello que nos rodea, nos lo comunica; las luces colgadas en el balcón de nuestros vecinos, el pan de Pascua en primera plana en las estanterías del supermercado, el pesebre con cada uno de sus integrantes junto al arbolito delicadamente decorado en los mostradores de muchas tiendas… El conjunto de todo aquello provoca que se vea, se huela y se sienta ya la Navidad.
Y es que en Ecuador esta festividad no puede pasar desapercibida puesto que es considerada una de las más especiales e importantes. Pero, ¿por qué? ¿Qué tiene la navidad para que a millones de ecuatorianos nos entusiasme tanto conmemorarla? La respuesta más que de ciencia, está llena de fe y devoción.
Los ecuatorianos, al igual que la gran mayoría de los Latinoamericanos, nos consideramos fieles devotos del cristianismo, por lo que en estas fechas nos llenamos de alegría y realizamos diferentes demostraciones de fe para celebrar el nacimiento de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y el Mesías.
Esta festividad es primordial para toda la religión cristiana porque es el comienzo de su fe más directa.
LA DIVERSIDAD DE TRADICIONES EN ECUADOR
Aunque la Navidad se trate de una fiesta internacional y sea de origen extranjero, a lo largo del tiempo, gracias a la devoción, en Ecuador se han formado varias tradiciones y costumbres que hace que nos resulte fundamental celebrarla.
Al ser el país de los cuatro mundos, cada región ecuatoriana tiene sus peculiaridades al momento de celebrar la Navidad, las cuales revelan la diversidad cultural que posee la nación.
Por ejemplo, en la Región de Los Andes destaca la iluminación navideña y el árbol en las calles y parques, la realización de las novenas en conjunto de amigos, vecinos, conocidos y familiares, la posada el 24 de diciembre y la misa de medianoche o de Gallo, como popularmente se la conoce.
La Región Costa se caracteriza por celebrar la Navidad a través de villancicos o chigualos al Niño Dios, por la elaboración de pesebres artesanales con caña, madera, tagua, zapán, toquilla, abacá y concha; y por la colocación del Niño Jesús en el nacimiento y los regalos debajo del arbolito a las doce de la noche del 25. En esta zona la comida es esencial para conmemorar; platos fuertes, piqueos y bebidas típicas siempre están presentes para recibir el cumpleaños de Jesús.
Por su parte, en la Región Amazónica organizan un sinnúmero de programas en las comunidades de sus zonas rurales, brindan agasajos navideños, realizan cenas familiares en la Noche Buena y también asisten a la Misa de Gallo.
En la Región Insular, la ciudadanía lleva a cabo las tradicionales posadas, en las que trasladan la imagen del Niño Dios por diversos hogares. En Galápagos no pueden faltar los buñuelos, elaborados con harina, leche y huevos para ser acompañados con miel de caña.
LA IMPORTANCIA DE LOS RECUERDOS EN FAMILIA
Pero, fuera de la fe y todas las tradiciones… ¿Hay algo más por lo que en Ecuador sea tan importante la Navidad? El hecho es que sí.
Debido al trabajo, los estudios y las responsabilidades diarias es complicado que pasemos tiempo en familia. Muchas veces por estos y otros motivos olvidamos dedicarle tiempo de calidad a personas y situaciones que verdaderamente importan.
Por eso, la Navidad también se convierte en una ocasión muy significativa para las familias ecuatorianas, pues es la época en la que tenemos la oportunidad de reencontrarnos y recordar el valor de cada uno de los integrantes que la forman.
A través de ella, podemos fomentar la solidaridad y el afecto, transmitir la importancia de entregar y recibir amor, de ser empáticos, de alimentar el espíritu y de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, de tomarnos el tiempo y dedicarlo a nuestros seres más queridos, de tratar de mejorar y fortalecer las relaciones con quien creamos debido, de reflexionar, conversar, reír y disfrutar de cada uno de nuestros familiares.
La Navidad, más allá de conmemorar el nacimiento de Jesús y el origen de nuestra fe, también se vuelve imprescindible por celebrar unión familiar, por aprovechar y valorar cada segundo con las personas que aún están presentes y que más amamos, por crear grandes recuerdos en unión, que perduren durante la vida y para que después de ella, permanezcan latiendo en nuestro corazón, cuando ese ser querido no esté físicamente.