Quién no bailó alguna vez sin importar la edad, de puro placer o felicidad, torpemente, pero expresando la emoción de sentirse bien y a gusto. Con los años, llegamos a sacrificar esta sana diversión creyendo que ya no estamos en forma o condiciones para movernos al ritmo de una canción, pero eso no es verdad. Y no hace falta técnica sino pasión.
En este sentido, además de contribuir al mejor funcionamiento del metabolismo, fortalecer los músculos y tonificar el cuerpo, existen innumerables beneficios del baile para la salud mental porque evita que la aparición de diversos trastornos como la depresión y la ansiedad, disminuyendo los niveles de cortisol, y en cambio, elevando la producción de serotonina y dopamina, que son las hormonas liberadas cuando estamos felices.
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Según la Escuela Albert Einstein de Nueva York, bailar, al igual que otras actividades cognitivas estimulantes como los juegos de mesa, leer, escribir, comer saludable y hacer ejercicio, contribuye a prevenir el deterioro cerebral.
Desde el punto de vista neurológico, bailar implica adquirir mayor percepción auditiva y visual, equilibrio, coordinación motriz y memoria, ya que necesitamos recordar secuencias de movimiento y coordinarlos en los tiempos que nos marca el ritmo de la música, y también ejecutarlos en un espacio.
Bailar estimula áreas como el hipocampo, un área asociada a la memoria, la capacidad espacial, la coordinación del cuerpo y las emociones. Asimismo, los sistemas cerebrales aprenden a interactuar juntos, sobre todo el sistema nervioso, que es el encargado, entre otras funciones, de crear los procesos necesarios para producir movimiento.
El baile estimula la actividad prefrontal y temporal, además de la memoria y la atención, por lo tanto, disminuye el riesgo de padecer demencia. Además, según estudios de la Universidad McGill de Montreal, practicar danzas como el tango mejora el estado cognitivo y el sentido del equilibrio en pacientes con Parkinson.
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Otro estudio reciente llevado a cabo en la Universidad Estatal de Colorado indica que bailar aumenta la densidad de la sustancia blanca del cerebro, la parte del sistema nervioso central que coordina la comunicación entre las diferentes partes del cerebro.
La degeneración de esta sustancia es una de las causas del declive cognitivo, ya que de ella depende la velocidad a la que nuestro cerebro transmite y procesa datos (señales eléctricas de los nervios).
La investigación, llevada a cabo en personas mayores de 70 años, concluye que las que ya hacían ejercicio previamente, mostraron una menor disminución de la sustancia blanca y que las que empezaron a bailar presentaron una mayor densidad de dicha sustancia seis meses después.
Bailar en grupo, en pareja o incluso en eventos sociales fortalece los vínculos con los demás. La interacción que se genera en un espacio de baile fomenta la confianza, la empatía y el sentido de pertenencia.
Además, para quienes son más tímidos, bailar puede ser un excelente puente para superar barreras emocionales, ganar seguridad y mejorar la autoestima. Al abrirnos al movimiento y a la música, también nos volvemos más abiertos, espontáneos y alegres en el trato con los demás.
Bailar es una actividad sumamente placentera. Al hacerlo, nuestro cuerpo libera endorfinas —las llamadas "hormonas de la felicidad"— que actúan como un antídoto natural contra el estrés.
Por eso, cuando bailamos, las preocupaciones tienden a quedar en segundo plano. La combinación de música, movimiento y disfrute crea un estado de bienestar que ayuda a liberar tensiones acumuladas y a recuperar el equilibrio emocional.
Moverse al ritmo de la música no solo es divertido, también es una excelente forma de activar el cuerpo. Las personas que bailan con regularidad desarrollan mayor energía, coordinación, equilibrio y resistencia física.
A diferencia de quienes permanecen pasivos frente a la música, aquellos que se entregan al baile experimentan un aumento en su vitalidad y en su disposición general para afrontar las actividades del día a día.
Diversos estudios han mostrado que actividades como el baile contribuyen a reducir síntomas de ansiedad y depresión. El movimiento rítmico, combinado con el disfrute y la interacción social, tiene un efecto calmante sobre la mente.
Al bailar, se regula la frecuencia cardíaca, mejora la respiración y se promueve un estado de relajación que atenúa pensamientos negativos y preocupaciones recurrentes.
Bailar nos invita a soltar la autocrítica, a liberarnos del temor al juicio externo y a conectarnos con nuestro cuerpo de manera positiva.
Cada paso de baile que nos animamos a dar es un pequeño acto de valentía que fortalece la autoconfianza y la autoestima. Al superar el miedo al ridículo, nos volvemos más auténticos y seguros, tanto en la pista de baile como en la vida cotidiana.
El baile es un lenguaje universal que va más allá de las palabras. A través del movimiento y el contacto físico, se generan conexiones profundas con los demás. La confianza mutua que se construye en una danza compartida se traslada a otros ámbitos de la relación, fortaleciendo los lazos interpersonales.
Además, el lenguaje corporal que emerge en el baile es muchas veces más sincero que las palabras, lo que facilita una comunicación más genuina y auténtica.
El baile es mucho más que una actividad recreativa: es una práctica que nutre cuerpo, mente y emociones. Nos ayuda a liberar estrés, fortalecer vínculos, aumentar la vitalidad y promover un estado mental más positivo y equilibrado.
Si te gusta bailar, continúa haciéndolo. Y si aún no te animas, es el momento perfecto para empezar. No se trata de perfección técnica, sino de entregarse al disfrute y al movimiento. Verás cómo poco a poco mejora tu confianza, tu autoestima… y tu bienestar general.
¿Te animas a bailar por tu salud mental? 🎵✨