Descubra en este artículo los principales aspectos del duelo en la adultez y cómo gestionar adecuadamente el proceso para sanar las heridas por la pérdida.
Las personas transitan el duelo de diferente manera según la etapa de la vida en que se encuentren. Si bien el dolor es el mismo, la forma de expresarlo y de vivirlo puede variar de acuerdo con las circunstancias de cada individuo. En el caso del duelo en la adultez, se trata de uno de los procesos más largos y difíciles de llevar porque a lo largo de ese periodo -el más productivo de la vida- la persona puede sufrir la pérdida de varios de sus seres queridos.
En este artículo, abordaremos cómo se afronta el duelo en la adultez, sus consecuencias a nivel físico, duración aproximada y qué acciones podrían realizar las personas atravesadas por algún duelo para superar el dolor por la pérdida.
Puede haber diferencias entre la forma en que manifiestan el duelo los niños, los adultos y los adultos mayores. A menudo, se conserva la creencia de que son los adultos mayores el rango etáreo más vulnerable frente a la pérdida reciente de una persona fallecida. Si bien algo de verdad hay en esta afirmación, no es excluyente de que otros grupos sufran con la misma intensidad y más una muerte.
Los adultos muchas veces no demuestran sus emociones más íntimas por temor de que otras personas adviertan vestigios de debilidad en sus manifestaciones. Como generalmente se sitúan en la mejor etapa de la vida, en donde se supone que pondera la madurez, para ellos, expresar el sufrimiento puede implicar un signo de debilidad. No tienen tiempo para estar triste si tienen que ocuparse de los hijos, trabajo y proyectos a futuro.
Por eso es posible que se trate del grupo etáreo que más invisibiliza el sufrimiento durante el duelo en la adultez, lo cual no significa que no sientan el dolor por la pérdida, simplemente, lo ocultan a los demás, demostrando una falsa superación temprana del proceso del duelo.
A causa de la represión de exteriorizar el sufrimiento, el duelo en la adultez puede generar diversas patologías o síntomas, como mecanismo de defensa del cuerpo para canalizar la angustia contenida. Entre los síntomas más comunes que pueden sufrir las personas en la etapa adulta cuando experimentan la pérdida de un ser querido se destacan:
Estas sensaciones, que no responden a ninguna dolencia en particular, tienden a desaparecer con el tiempo, a medida que la persona va logrando la aceptación de la pérdida.
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La adultez comprende diversas etapas de padecimiento del duelo: duelo por la muerte de los padres, duelo por los hijos, duelo por viudez.
Se relacionan con los sentimientos de dependencia, el sentimiento contradictorio por los cuidados a los padres en el lecho de enfermos y también por el reparto de la herencia, en caso de haber hermanos. Los hijos experimentan tristeza por la pérdida de uno de los dos progenitores. Si uno de los padres transitaba por una larga enfermedad cuyo final era previsible, posiblemente el duelo sea superado en menos tiempo porque gran parte del mismo fue desarrollado durante la enfermedad terminal.
Ahora bien, si la muerte del padre o madre es abrupta, como en un accidente de tránsito o una muerte súbita, es más probable que los hijos elaboren el duelo con más dificultad y tarden más tiempo en llegar a la aceptación de la muerte arrebatada.
La pérdida de un hijo es el duelo más duro y difícil de sobrellevar que existe. El proceso puede extenderse por mucho tiempo, años o toda la vida. Se aprende a vivir sin la presencia de ese hijo o hija, pero no se la supera porque esa muerte no es esperada ni normal. Incluso, en la muerte abrupta de un progenitor no deja de encuadrarse dentro de la ley natural de la vida en que los padres se van de este mundo antes que los hijos.
Tras la muerte de un hijo, los progenitores podrían experimentar emociones tan intensas que podrían poner en conflicto la relación de pareja frente a la pérdida, lo que propicia que con frecuencia al poco tiempo de la ausencia se terminen separando.
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El fallecimiento del cónyuge interrumpe un proyecto de vida en común y afecta en la continuidad a la persona que perdió a su ser amado generando estrés psicosocial severo. Es junto con el duelo por la pérdida de los hijos el más complicado de afrontar, ya que si la relación conyugal era muy estrecha o la muerte muy repentina, la persona viuda puede sentir que sin la otra persona no puede vivir, y así generarse un apego al ser amado fallecido.
El duelo en el adulto mayor no tiene una duración específica, depende de las características personales de esa persona y del impacto que haya generado esa muerte. Puede durar unos meses, un año o varios, o puede entrar en depresión si se mantiene por demasiado tiempo.
Aunque al principio parezca difícil la superación del duelo en la adultez, es posible lograrlo si se busca el apoyo de sus seres queridos (hijos, hermanos, familiares y amigos). Aprender a sanar no resultará fácil, pero con paciencia y enfocándose en los recuerdos felices con las personas fallecidas, permitirá a los adultos entender con madurez la circunstancia de la muerte sin que el paso del tiempo haga pensar en una pérdida.
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En conclusión, a lo largo de este artículo hemos abordado los aspectos principales del proceso de duelo en la adultez, sus etapas, duración, sintomatología y formas de superación. Si bien son distintas las formas en que experimentan las personas el duelo, sobrellevarlo lo mejor posible es parte del proceso de sanación para retornar a la rutina diaria.