En este artículo, conozca los aspectos principales de la segunda etapa del duelo y cómo hacer para canalizar la ira de manera eficiente.
El duelo por muerte es un proceso de adaptación emocional en el cual la persona que padece una pérdida atraviesa distintas etapas en las que manifiesta sentimientos y síntomas físicos para sobrellevar el sufrimiento. Desde una perspectiva psicológica, el duelo puede entenderse como una reacción emocional y conductual ante el sentimiento de pérdida, causada por la ruptura del vínculo.
El proceso del duelo puede llegar a durar entre 6 meses y un año cuando la pérdida comprende a un ser muy cercano y querido (padre, madre, hijo/a, cónyuge). Sin embargo, el tiempo puede variar de una persona a otra, dependiendo de su temperamento y el grado de apego emocional con la persona fallecida.
En el caso de que los síntomas emocionales y físicos no desaparecieran después de este periodo, sería conveniente solicitar la ayuda de un terapeuta porque la persona podría estar transitando un estado prolongado de depresión que podría estar obstaculizando el normal desarrollo de la vida. Son 5 las etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. En este artículo, nos enfocaremos en conocer en detalle la segunda etapa del duelo, la ira.
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Experimentar rabia cuando perdemos a un ser querido es una de las reacciones más normales del ser humano. Sin embargo, nunca estamos realmente preparados para hacerle frente en el momento en que ocurre, porque no pensamos en la idea de la muerte como una posibilidad cercana, aunque nadie esté libre de ella.
Durante la segunda etapa del duelo, las personas manifiestan esta ira frente a la pérdida, vinculada especialmente a la impotencia por no poder evitar el destino de muerte. A menudo, los sobrevivientes del fallecido se sienten culpables por no impedir el terrible desenlace, y esa rabia suele volverse contra sí mismo, más que con el entorno.
Si bien sentir ira no es agradable para nadie, mucho menos para los que se transforman en el blanco de esa ira, es preferible que la persona afectada por el proceso de duelo pueda expresarla con naturalidad cuando se manifieste. Para estos casos, hemos recopilado una serie de consejos que pueden ayudar, sin reprimir la ira, a moderar y controlar sus efectos, reduciendo sus consecuencias emocionales y físicas, tanto de la persona que la vive como de los que la rodean.
Un primer paso para superar esta segunda etapa del duelo es reconocer y aceptar el sentimiento de ira. Se trata de reflexionar sobre las causas que provocan la ira con el fin de elaborar posibles soluciones constructivas para lidiar con este sentimiento de la manera más efectiva.
La ira es una emoción negativa y que tiende a generar conflicto con quienes rodean a la persona que padece este sentimiento. Cuando la ira no es detectada por el que la manifiesta, es muy probable que esta se salga de control y termine dañando moralmente a otras personas del grupo familiar. Por este motivo, es fundamental canalizar la rabia en alguna actividad para evitar que se proyecte a las personas.
Reflexionar sobre las causas que producen la ira ayudará a construir prácticas para poder mitigarla. No obstante, si la ira irrumpe sin que se pueda controlar, una buena medida para liberar la tensión puede ser realizar inhalaciones y exhalaciones profundas. De este modo, al enfocarse en los movimientos respiratorios, se desvía la atención del foco que despertó la ira y es más fácil reducir la intensidad que presenta.
Esto no significa que respirando profundamente la ira desaparezca instantáneamente, sino que será debidamente dosificada para que cause menos impacto en la persona sintiente y en los demás. Entonces, la ira se puede traducir en mal humor o apatía, que si bien tampoco son emociones agradables, por su naturaleza invariable, es menos probable que genere reacciones explosivas.
Así como las respiraciones profundas promueven estados de relajación que minimizan la tensión nerviosa, es posible reducir la ira utilizando distintas fuentes de distracción. Si la respiración profunda no parece ayudar o nota que aumenta la ansiedad por la sensación interna, puede optar por realizar actividades que disfrute y que haya comprobado que mejoran su ánimo cuando le embargan los malos pensamientos.
La actividad física es una forma muy efectiva de canalizar la energía, y está comprobado que reduce la agresividad potencial. Asimismo, la lectura es una excelente terapia que ayuda a regular la frecuencia cardíaca y reduce los niveles de ansiedad y depresión. Otras actividades muy efectivas para disminuir la ira son escuchar música, dibujar, tejer, tocar un instrumento o ver películas.
A veces, la ira puede haber sido generada no solo por la muerte del ser querido sino por alguna ofensa del pasado proferida por este. Si bien se supone que tras su muerte no se le debería reclamar una falta, si la persona fallecida nunca se disculpó por la falta o no se trató el problema entre las partes con el debido respeto, es posible que el sobreviviente todavía le guarde rencor.
Mantener este resentimiento no es saludable porque incrementa más una ira proyectada sobre un ser que ya no existe físicamente, del cual no se obtendrá respuesta ante este sentimiento. Por esta razón, la mejor alternativa es perdonar de corazón a la persona que nos ofendió, ya que de esta forma liberamos el apego, en este caso negativo, con la persona fallecida.
Otra práctica igualmente efectiva para reducir el impacto de la segunda etapa del duelo es materializando por escrito esas emociones intensas a través de un diario. Como se trata de una escritura personal, probablemente nadie además de uno mismo leerá lo que se escriba en el diario. Esto canalizará las emociones evitando que se salgan de control de manera inesperada y que alguien reciba el impacto de las mismas.
Como mencionamos anteriormente, la actividad física es una alternativa muy efectiva para regular la ira y la tensión nerviosa. Cualquier deporte practicado por placer ayudará a mejorar el estado anímico de la persona que se encuentre alicaída. Además, genera diversos beneficios para la salud física, como control de peso, un buen metabolismo, resistencia cardiopulmonar, etc.
Cuando estamos enojados, no tenemos pensamientos para pensar en otra cosa que no sea en nuestro problema. Las personas dejan de importarnos frente a nuestro pesar y solo queremos enfocarnos en lo que nos importa. Para evitar que el egoísmo se apodere de nosotros, lo mejor que podemos hacer es mirar de vez en cuando a nuestro alrededor para entender otras experiencias.
Hacer esto permitirá que el lado compasivo hacia las personas resurja frente a las emociones individuales y la ira se transforme en oportunidades de demostrar sentimientos positivos y saludables pese a la adversidad.
Aunque en la superficie el panorama se perciba muy incierto y oscuro, debemos entender que detrás de las situaciones que nos ponen a prueba se encuentran personas, valores, recuerdos y objetos preciados por los cuales debemos estar agradecidos. La vida es corta y es mejor disfrutarla con las pequeñas cosas que la hacen significativa. En otras palabras, celebrar cada momento de nuestras vidas como si fuera el último.
En el caso de que sea inútil lograr resultados con las prácticas anteriores, el recurso más adecuado para trabajar la segunda etapa del duelo es recomendar a la persona afectada la ayuda profesional de un terapeuta que le permita sobrellevar esa ira con moderación y de la manera menos problemática, a fin de que el proceso de duelo avance de etapas hacia su punto culminante, y a partir de allí se restablezca el control de la vida.
A lo largo de este artículo, hemos intentado destacar los aspectos más sobresalientes de la segunda etapa del duelo y las acciones más acertadas para reducir los efectos de la ira en la salud mental y física de las personas, tanto del doliente como de su entorno más íntimo.